En los laboratorios de biología y neuropsicología es posible investigar acerca del modo en el que funcionan los procesos mentales básicos: la memoria, la toma de decisiones, la discriminación entre estímulos diferentes, etc.
Todas estas funciones psicológicas nos hablan sobre el modo en el que nuestro cerebro se adapta al ambiente y nos permite aprender de nuestras vivencias. Pero… ¿qué pasaría si se investigase el modo en el que aprende nuestro cerebro más allá de los laboratorios? En eso consiste la neuroeducación.
¿Qué es la neuroeducación?
La neuroeducación es, en resumidas cuentas, una disciplina puente entre la neurología y las ciencias de la educación, en la que la psicología educativa tiene un papel clave.
Se trata de un proyecto de desarrollo científico en el que se quieren aunar los conocimientos que tenemos acerca de cómo funciona el cerebro con lo que se sabe acerca de los procesos educativos sobre el terreno. Normalmente, el ámbito en el que se centra la neuroeducación es la educación en ámbitos escolares y académicos.
El cerebro que aprende
El fundamento de la neuroeducación es un concepto llamado plasticidad cerebral. La plasticidad cerebral es la capacidad del cerebro a la hora de cambiar físicamente para adaptarse a los estímulos y los hábitos de manera útil para el individuo. Cada vez que consolidamos una forma de aprendizaje, este deja una huella en el modo en el que las neuronas del cerebro se conectan entre sí.
La neuroeducación sirve para examinar los rastros que los procesos educativos dejan en nuestro cerebro y traza relaciones entre estos datos y el modo en el que se comporta el individuo. De este modo se estudia el proceso de aprendizaje desde la vertiente comportamental y desde la que corresponde a la neurobiología.
Aprendizaje y emoción en la neuroeducación
Uno de los grandes descubrimientos que se ha hecho a través de la neuroeducación es que el aprendizaje y la emoción no son dos mundos separados entre sí. No aprendemos almacenando datos fríamente como lo haría un robot, sino que en nuestro sistema nervioso los recuerdos y la emoción van de la mano. De este modo, el aprendizaje significativo se vuelve un aspecto fundamental en la educación, ya que en él se vinculan datos importantes con sensaciones y sentimientos vinculados al placer que hacen que los internalicemos antes.
De este modo, la neuroeducación pone énfasis en la necesidad de utilizar un enfoque emocional tanto en las aulas como en cualquier contexto de educación en contextos informales en los que aprendemos: entorno familiar, talleres, grupos de trabajo, equipos de deporte, etc.
A fin de cuentas, el motor del aprendizaje es la curiosidad, algo profundamente emocional y ligado a las inquietudes subjetivas.
La neuroeducación y la atención
Se considera que el tiempo máximo que la mayoría de personas puede estar concentrada en una tarea es de 40 a 45 minutos. Por lo tanto, las clases magistrales que sobrepasan este límite de minutos (la mayoría de ellas, dicha sea de paso) resultan poco eficientes, ya que varios minutos son desaprovechados.
Los problemas de atención, vinculados a trastornos como el TDAH, también resultan muy relevantes, dado que afectan a muchas personas y que, con estrategias relativamente simples, se podría ayudar a esta parte de la población a utilizar correctamente su potencial dirigiéndolo a objetivos educativos, especialmente durante la infancia (que es una etapa vital clave en el desarrollo psicológico).
Así pues, la neuroeducación también debe dar respuesta a personas con ciertos diagnósticos que reflejan dificultades especiales a la hora de aprender ciertas competencias, y los problemas de atención son uno de esos frentes de batalla.
El futuro desarrollo de este ámbito
Como disciplina puente, a la neuroeducación aún le queda mucho para progresar, tanto como nuevos descubrimientos puedan realizarse desde las neurociencias y las ciencias de la educación.
Además, no siempre es fácil combinar los conocimientos a los que se llega por ambas vías, así que el progreso que puede ser realizado a través de la neuroeducación no siempre es ágil o fácil de realizar. Es por eso que se considera que el potencial de la neuroeducación está aún por explotar.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que el contexto cultural y social siempre tiene una repercusión sobre el modo en el que arendemos y los contenidos que memorizamos e integramos en nuestra visión del mundo. Eso significa que para investigar sobre el aprendizaje no se puede renunciar a analizar en entorno y el modo en el que nos relacionamos con este.
Como consecuencia, la neuroeducación no puede concentrar sus esfuerzos únicamente en elementos puramente biológicos, sino que se debe tener en consideración también cómo nos influye la economía, el tipo de personas con las que nos relacionamos, los elementos culturales e ideológicos que resultan dominantes, etc.